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| | LOS QUE NO SON NI ESTAN
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Hoy comencé mi viaje, el último viaje que una persona como yo puede y podrá emprender. Aquel día el sol brillaba, el viento corría como lo hace en los días de primavera y de cielo rosa, mi familia me guiaba a la partida de mi travesía, mis hijos lloraban y mis nietos me abrazaban. Yo simplemente intentaba hacer oídos sordos a los sentimientos.
Tenía yo 10 años cuando me comentaron de este viaje, de lo importante que era, de los desaparecidos y de los olvidados, de los errantes y los ciegos, pero a esa edad nadie es capas de comprender la importancia de tal tema. E incluso no es capas de entenderlo, hasta cuando comienza a vivirlo.
Los recuerdos comenzaron a aflorar: fue a los 12 años cuando tuve mi primera desaparición, fue horrible: Estaba en la inspectoría de mi colegio, castigado y temeroso; había tenido una riña con un chico que aparte de insultarme, me había empujado en la fila del almuerzo. Aquel mocoso estaba en frente, mirándome y confrontándome. Me cegué en la venganza, y esa fue la gota que rebalso el vaso. El mocoso desapareció de mi vista, como si fuese un fantasma, una ilusión de mi cabeza. Fue muy extraño. Luego me explicaron que eso era parte natural del crecimiento humano. Que todos tendríamos desapariciones, y que no debía preocuparme. Al chico de la riña no lo volví a ver mas, siendo que en ocasiones, mis amigos aseguraban haberlo visto cerca mío. Aparentemente la desaparición era reciproca, yo también desaparecí de su vista y de su vida. Cosa que en un futuro me explicaron detalladamente.
“el humano esta hecho de aire, hojas y un espíritu. Dios creo al hombre a su semejanza, y a la mujer la creo basándose en su opuesto. El humano luego de vivir un tiempo en el abrigo de dios, engaño y lucho por la preferencia. El hombre quería ser el favorito y la mujer también quería ser la favorita, y fue entonces cuando dios hizo que los 2 dejaran de verse, desparecieron pero no dejaron de existir. Y por castigo les dio la soledad. Pero se dio cuenta que no podía, sus creaciones comenzaron a decaer. Y entonces de cada uno quito una costilla y creo a un ser opuesto al progenitor, pero de la misma sangre y tipo que el otro. Así, los 2 no pelearían por el favoritismo. Las mujer, se quedo con su pareja y el hombre se quedo con la suya. Así se olvidaron que existía un segundo grupo. Y vivieron felices. Al cabo del tiempo nacieron nuevos hijos y aquellos hijos si lograron ver a las demás personas. No se conocían ni tampoco conocían su origen. De esa forma crecieron juntos, como hermanos” génesis (resumen)
Nos bajamos de la carroza y recordé, al darle un beso de despedida a mi nieto mayor, los momentos vividos: tenia 17 años, escolaridad casi completa y con muchos amigos. Estudiábamos en el instituto regional, yo era participe del equipo radial. Mi voz profunda y modulaba, era excelente; los profesores me escogían para ser encargado de obras y actos en general. El cielo amarillento de los días de verano, amenazaban con calentar el año hasta mediados de abril, lo que daba más tiempo a la moda que había sido el boom del verano, el naturismo: ideología que busca representar la estabilidad emocional y espiritual de forma física, “el equilibrio es invisible”, mencionaba un naturista famoso quien acostumbraba andar desnudo por todos lados. El no se preocupaba, pues su equilibrio era invisible y el desaprecia mientras esta homeostasis se mantenía. Podía hacer lo que el quisiera, nadie lo veía, su espíritu estaba a acorde con la naturaleza y pasaba a ser parte de ella. Yo fui muchas veces desnudo al colegio. No había problema. Solo hasta cuando decidieron poner espejos en las entradas y techos. Los conservadores apalearon al naturismo como si fuese un perro en su basura.
Seguí despidiéndome, me abrace con mis nietos, como si fuese el ultimo abrazo que nos daríamos, y en realidad así era. El sol había bajado de a poco, pero seguía alumbrando y refrescando el memorable día. Me aleje de mis nietos con un nudo en la garganta, di unos pasos y abrace a mi hijo mayor. Los recuerdos fueron instantáneos:
Estaba saliendo de la enseñanza media con 18 años, ya casi con cuerpo de adulto e ideales adquiridos. Tenía un noviazgo con la niña más bella del instituto, la cual me llenaba y me mostraba realmente quien era. La quería mucho y la respetaba como a nadie. Fue el día de mi graduación, cuando ella decidió darme su mayor regalo. Estábamos en la fiesta. Y ella me llevo a los baños. Nos besamos, acariciamos y dijimos palabras hermosas e irrepetibles… Nos habían hablado mucho de aquel momento, profesionales gastaban su tiempo en explicarnos las medidas de protección y la necesidad de estar realmente seguros de que aquella seria nuestra pareja de por vida, y así no pasar por la desilusión… ella comenzó a desvestirme, y cada botón que me arrancaba, equivalía a un soplo de su espíritu. Me di cuenta que cuando yo estaba casi desprovisto de ropa, ella era casi invisible, diáfana a la vista, como una proyección, una ilusión triste que me decía que ella no seria la mujer de mi vida, que todo el tiempo vivido era solo un juego casi inútil. Ella se dio cuenta, y me miro como fantasma, le cayó una lágrima y menciono cosas que no logré escuchar, me levante del retrete y le dije algo, pero ella no entendía. Se movió unos metros y seguía diciendo palabras inaudibles, me dolió mucho lo que sucedió y ella desapareció, sentí una impotencia horrible, era horroroso pero existía la posibilidad. Me pare frente un espejo y la vi buscándome. Cruzamos las miradas a través de los reflejos, como olvidados, ella cerró los ojos, sonrió y se fue, no la volví a ver nunca más y ella tampoco a mí. Fue mi primera desilusión.
Le di un beso enorme a mi gran hijo y le dije “que se cuidara, que lo vería algún día y que no se preocupara, todo estaría bien, que el era mi hijo de la esperanza”.
Me acerque a mi hija, la del medio. Le di un abrazo y recordé: tenia yo 30 años, acababa de nacer mi pequeña niña, su hermano estaba maravillado, y yo al igual que un niño no podía guardarme el orgullo. Pasado el tiempo, la niña creció como cualquier retoño. Pero había algo en ella, algo que no debía pasar, pero pasaba. La niña lograba ver todo, con odio o sin odio, ella no desaparecía cuando estaba desnuda (pues era costumbre que las guaguas desaparecieran cuando las bañan) y por lo mismo ella no veía desaparecer. Era una abominación según la iglesia, un castigo. Una mujer que nunca sabrá cual es el hombre que le merece, una mujer a la cual ahí que cuidar, a la cual ahí que enseñarle el pudor y obviamente el respeto por el espacio privado. ¿Pero como podíamos enseñarle algo que nunca habíamos visto o tenido? -A lo mejor esa es la razón de por que la estimo tanto, fue la más mimada y sobreprotegida - fue una de mis tareas más difíciles. Criarla sin ese naturismo tan común de mi infancia. Por lo mismo ahora es abogada, todo el malestar que puede producirle un colega o un acusado, no influirá en su visión, ni tampoco afectara su espíritu. Ella siempre será rígida e insensible al dolor. A lo mejor en el futuro se convertirá en jueza, pues la capacidad de no desaparecer es el requisito principal para ser neutral y estable.
Recuerdo el día que se dio cuenta que era diferente, fue un día de playa, ella y sus amigos salieron a recorrer la costa y cuando se iban a bañar, los muchachos se desvistieron. Luego sus amigas y ella no podía ser la excepción. Lo hizo, pero se sintió observada, sus compañeros y compañeras (los cuales solo ella lograba ver) la miraban como bicho raro, era la primera vez que veían a una mujer denuda, inclusive sus compañeros la vieron, la gente que estaba de guata en la arena, y la que recién llegaba. Fue horrible para ella y para su autoestima. Los prejuicios recorrieron de inmediato entre sus amigos. Pero por suerte eran sus amigos y no salio del círculo. Recuerdo que ese verano y los siguientes lloraba por no sentir el placer de la libertad corporal. Sentía envidia de la gente que desaparecía. De la gente normal.
Me aleje de ella y le di un besito en la frente. Di un paso al lado y me pare frente a mi hijo menor, el cual con la vista perdida miraba hacia el horizonte, atravesando mi carne. Me dio nostalgia, impotencia y me dolió el pecho(… ) no podía hacer más que mirarlo, recordar esa tarde de invierno, ese cielo verde como era costumbre de los fríos polares, de la nieve sobre la playa y el viento soplando en la mejillas. Yo en el carruaje escuchando los caballos galopar y mi niño escuchando música en su reproductor, insensible a todo estimulo y en especial a mi.
Aquel día lo perdí: discutimos sobre las prioridades ¿Qué cosa esta primero, los amigos o la familia? Pero el respondió que los amigos están primeros. Nunca lo entendí, supongo que estaba un paso más arriba que yo, discutió como nunca lo había hecho, él tenia sus argumentos, los cuales ahora que lo pienso estaban en lo correcto, pues los míos solo eran gritos desesperado, temerosos de la soledad y del odio. Aun así me gané su rencor y me borro de su vista, nunca más me vio y tuvo que crecer solo, sin mi ayuda, sin los concejos que un padre da cuando sus retoños crecen. Solo como un huérfano. Llore frente sus ojos insensibles y la impotencia de no poder ver sus sentimientos me quebró. Aprendí de él, que la familia inicial no es nada más que la que te crea; la familia de verdad es la tribu que descubres al crecer, ya sean los amigos, tu mujer o tus hijos. Esa es tu verdadera familia.
Di media vuelta, me limpie los ojos y camine, el viento tibio golpeaba mi cara, y me hacia recordar a mi mujer, la dama que me dio la felicidad y la que conocí por descuido, la que estuvo en mi cama y la que se fue un día de cielo azul y de árboles desnudos, mi mujer, aquella que murió sin dejar de existir, la que no vio más que si misma y deambulo por callejones, ciega y aturdida. Horrible la muerte de su ser, ya no veía, ni oía. Su vida se desenchufo y perdió el rumbo. Oh, pobre de ella, la que caminaba buscando un sonido familiar, la que soñaba con amigos que no veía y con familiares que desaparecieron. Sufrió tanto, sufrió hasta la locura, estaba sola en un mundo lleno de miserables, no tenia a nadie más que a ella, pues ya era parte de los recuerdos de los individuos, solo le quedaba el olvido y cuando la olvidasen ella moriría en verdad. Lo dice el santo libro“los que han de morir vagaran hasta el olvido, y sufrirán la soledad de los que no han muerto. Caminaran erráticos por un mundo sin nada que ver y nadie al que oír, todo por castigo, el castigo que Dios les dio por su venganza y su odio”. A todos nos tocara ser viejos, tendremos que encaminarnos en este viaje y despedirnos de nuestros seres queridos mientras todos nuestros recuerdos van revelándose ante nuestros ojos. Que triste, pero entre más luego se es olvidado, más luego se podrá descansar.
Di mi último vistazo a mi vida y solo estaba ella, mi hija mirando entristecida, pero aun firme. Me miraba, como observando mi espíritu, mis palabras jamás dichas y mis sentimientos inexpresados. Solo estaba ella representando a la tribu que deje atrás, y que me dejo morir en paz.
-Fin-
:BRUNO BLESOTO
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