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Patria difusa
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A los 6 años pía barros escribía poesía. O algo así. “bernardo O”higgins gano una victoria, mientras en su casa comían zanahorias”, fue uno de sus primeros versos. Después derivo oportunamente a la narrativa, pero el poema quedo ahí, invocando libres asociaciones entre heroísmo y dieta alimenticia, y reparando las nociones elementales de ese acto fallido que es el patriotismo nacional.
La historia suele ubicarse muy lejos de sus secuelas, y es probable que las banderas chilenas que durante el próximo septiembre, invadan las calles, plazas, autos, los trajes de las promotoras de shampoo, de los animadores de la tele, de la tele completa, no tengan nada que ver con los sucesos de la independencia nacional. Y aun que tuvieran, ¿a que viene cada septiembre tanta alharaca, si apenas somos los Mateos de un curso que mañana puede pasara de la euforia a la amargura? Porque la esquizofrenia nos rodea, eso es evidente.
¿Quiénes somos los chilenos? ¿Ese 39% de la población que admite tener trastornos del deseo, o ese contingente de piluchos enfrentados hace unos años a la gélidas temperaturas invernales y desafiando en masa a los guardianes del pudor? ¿Chile es una lengua trabada en la timidez de la mañana o un lujurioso aullido nocturno? ¿Chile son los rieles color de osamenta a los espejos lustrados de las altas corporaciones?
Chile, para que engañarnos, no es más que un pedacito de tierra con gente ni tan blanca ni tan morena, ni tan alta ni tan baja, ni tan gorda ni tan flaca. Chile es el punto mediano; una ilusión un poco híbrida de la propiedad. Si seguimos la reciente historia nacional había que ver a nuestro país como la isla que de repente se convirtió en epicentro y empezó a mirar a sus vecinos con la soberbia de los triunfadores súbitos.
Dicen que los peruanos hacen como que nos quieren pero nos odian, que los bolivianos hacen que nos odian pero nos quieren y que los argentinos hacen como que no nos quieren y en verdad no nos quieren. Y nosotros hacemos que queremos a todo el mundo y en realidad no queremos ni a ratzinger ni al mismo diablo. Chile, chile lindo. Puro chile es tu cielo azulado.
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EL PATRIOTISMO ACÁ ES UN ESTRIBILLO, UNA CONDUCTA CASI MECÁNICA. SE PONEN BANDERITAS TRICOLORES EN LAS VENTANAS, EN LOS PARABRISAS Y YA ESTA. A LAS FONDAS, LA CUECA, LA EMPANADA Y LA CHICHA. Y SEPTIEMBRE QUEDA COMO ESO: COMO UNA RAMADA MÁS DE OTRA PRIMAVERA CHOVINISTA.
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La patria entendida así es un asunto ridículo e inútil. Nacer en esta franja de Latinoamérica es una mera circunstancia, un dato del azar, porque la verdadera patria –si eso existe- no esta en la geografía si no en la cabeza. Y esa especie de nación mental son los amigos, puede ser una fuente de soda o una cuneta, son los libros y los discos, son las cartas recibidas o las que al final nunca enviamos, son algunas llamadas telefónicas. En fin son pedacitos de cosas que por alguna razón no se borraron y que ahora determinan nuestros estados de animo, nuestra visión del mundo y el sentido de estar vivos en vez d estar muertos.
Podemos parecer muy chilenos, pero en realidad somos concluyentemente apartidas. Pía Barros, por ejemplo, con su zanahoria y su héroe huacho, es una chilena-extranjera que camina como un zombi por el territorio neutro de la ficción. Pedro Lemebel contaba que una vez le habían dicho que él mismo no era más que literatura. “¿sabe?”, le dijo un muchachin herido. “usted es pura literatura”. Eso le dolió como cuchillada al cronista chileno. Pero no importa si se trata de escritores o monjes, amantes o suicidas, dentistas o porteros, vagabundos o detectives, chilenos o ucranianos: al final todos somos extranjeros en esta galaxia que todavía –menos mal- no tiene bandera propia…
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